En algunas ocasiones siento un vacío profundo en mi alma, la ausencia de vida se va marchitando, mis sueños se vuelven oscuros, pierdo equilibro y fuerza, mi mente sufre guerras donde el paraíso y el averno pelean por un único trofeo, mi alma, yo solo camino descalzo en el pavimento ardiente de la desesperación buscando elixires de vida, una pequeña gota de dulzura que hará que mi espíritu se sienta con energía nuevamente. Y en los peores momentos apareces como un ángel, me arrodillo, posas tu mano sobre mi nuca y me susurras que la redención pondrá fin a mi sufrimiento, penetras mis ojos con tu mirada inquisidora, brotan en mí lágrimas de dolor, sientes tristeza por mi ser, luego estiras tu mano esperando a que sea tomada, y yo sediento de esperanza la tomo con todas mis fuerzas y me guías lentamente a la luz que dará vida a mi descuidado corazón, la textura de tu piel y el ímpetu poderoso de salvarme me hace cada paso más y más fuerte. Veo todo rojo y negro, sentando en medio de la nada, mediantando acerca de ese memorable encuentro, me visitas cada vez que mi espíritu decae y te vas sabiendo que estoy mejor, decidido le digo que se quede para siempre, me acaricia el rostro y me besa en los labios provocando un viaje astral en todo el universo dejando mi mente en shock, escucho un susurro a lo lejos, paciencia y tiempo, y cuando recupero la noción, despareció, dejando fragmentos de miel en mi boca.